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6 pruebas (subjetivas) de la subversión de Arca en Sónar

El venezolano Alejandro Ghersi es el ejemplo de que la agitación cultural viene de las latitudes sur; de los territorios, culturas, sexualidades y lenguajes ninguneados por la mirada predominante (blanca, masculina, heterosexual, anglosajona y del norte de occidente). Repite en el SonarHall, presentando su disco homónimo junto al VJ Jesse Kanda, responsable de parte del imaginario subversivo del artista. Listamos, desde nuestra visión, algunos de los puntos álgidos de la performance:

-Empieza el concierto con la danza de los látigos, al estilo Gerard Malanga e Ingrid Superstar. Botas altas, body color carne y estilo andrógino. Su semidesnudez excita o incomoda, porque propone una nueva línea de sexualidad.

-Repite la misma escenografía que usó en 2015 para Sad Bitch, una figura negra de espaldas que recibe disparos mientras baila. Arca baila con ella.

-Junto a Jesse Kanda ya habían tratado la cosificación del cuerpo femenino en Thievery. Con la puesta en escena de Xen vuelven a la carga: un desnudo que se desfigura al igual que la música. El twerk como una contorsión violenta. Es un ejemplo gráfico de como cambio de contexto deforma los significados y muestra el horror.

-Arca interpreta las baladas Anoche y Piel frente a un bodegón vísceras lanzadas dentro de un container, al estilo de las portadas de Pharmakon. Unos intestinos se mueven y toman la forma de una serpiente. Ambas, las emociones sobre las que versan sus letras y las entrañas que flotan en los visuales, son todo lo que llevamos dentro.

-Vestido con una torera blanca, canta Desafío solo frente al público haciendo alarde de su calidad vocal. Un show tan despojado e íntimo subvierte lo que habíamos visto en una performance de electrónica vanguardista. Como John Maus -o en un caso extremo GG Allin– se golpea la cara y el pecho.

-Termina evacuando de la sala a los menores de edad para proyectar un vídeo no apto. Empieza con las imágenes de Trauma Scene 2 –emparejado con el vídeo de Kanda para Björk, mouth mantra, y acaba en un fistfucking, con un prolapso (#pinksock) incluído. El factor de lo incómodo en las actuaciones es lo que las convierte en interesantes y si el arte ahora está en manos del capitalismo que todo lo absorbe, vale la pena encontrar aquellas actitudes que escapan de su moral y que por lo tanto, no se pueden comercializar -al menos no masivamente- con ellas.