Mount Kimbie no alcanzan tierra firme en su traslación al directo

Una abarrotada Razzmatazz 2 acogió la noche del miércoles el regreso a los escenarios del dúo Mount Kimbie, quienes no nos visitaban desde 2013. En esta ocasión, lo hicieron para presentar Love What Survives, un tercer álbum que les aleja definitivamente tanto de la órbita post-dubstep en la que se dieron a conocer a la par que su colega James Blake como de algunos sonidos asociados a la pista de baile que todavía presentaba su disco antecesor, Cold Spring Fault Less Youth. Más vigorosos y estimulantes, sus nuevos temas se inclinan en gran medida hacia las formas propias del post-punk, con ritmos kraut y atmósferas cercanas al jazz, de modo que por mucho que Dominic Maker y Kai Campos vivan ahora separados por miles de kilómetros, el primero en Los Ángeles y el segundo en Londres, habría resultado imposible no imaginar su directo en el formato clásico de las bandas más compenetradas. No  hubo giro de guión inesperado: Dom y Kai salieron al escenario escoltados por un batería y una teclista (la vocalista mexicano-francesa presente en el álbum Andrea Balency), y compaginaron guitarra, bajo y voces indistintamente para dar fe de la evolución de su sonido hacia terrenos más orgánicos.

Abrieron la velada con el inmersivo instrumental que inaugura el disco, Four Years and One Day, de cuyas claustrofóbicas bases motorik pasamos al impetuoso clímax de otro corte también hiperactivo como es Audition. Sin embargo, pronto tomaríamos consciencia de algunos de los puntos más conflictivos que enfrenta el tándem británico a la hora de trasladar su nuevo repertorio encima de los escenarios. Pese a que defendían un disco de prominentes colaboraciones vocales (King Krule, James Blake, Micachu), lamentablemente no aprobaron con nota ni Maker ni la citada Balency, cuya voz aletargada no solo se limitó a protagonizar la interesante You Look Certain (I’m Not So Sure) sino que también aportó letras principales y coros junto a Dom en números como Home Recording y T.A.M.E.D.. Por otro lado, si bien algunas regresiones momentáneas al brumoso R&B electrónico de Crooks & Lovers, como Before I Move Off, calmaron las ansias de su facción de fans más clubber, restaron coherencia y credibilidad a la tónica general de su nuevo discurso, que hoy se articula principalmente a golpe de impetuosos desarrollos rítmicos e intensas cascadas de guitarra y sintes. 

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Quizá el momento más crítico llegaría con Blue Train Lines, hit originalmente adrenalínico que desprovisto de los roncos y sangrientos aullidos de Andy Marshall nos arrojó literalmente a las vías de un tren en marcha. La banda encarrilaría la oportunidad perdida de apuntalar su himno post-punk, que jamás llegó a avanzar in crescendo, con el krautrock desacomplejado de Delta, que proporcionó a la audiencia uno de los momentos más consistentes y calóricos de la noche mediante su épico entramado de baterías y chirriantes arreglos sintéticos. Desestimarían por completo los pasajes del álbum en los que contribuye James Blake, We Go Home Together y We Got By, mientras que una descafeinada You Took Your Time sería interpretada de forma exclusivamente instrumental. Un alivio dado el precedente sin Krule que sin embargo puso de manifiesto que quienes antaño no requerían de vocalistas hoy dependen desesperadamente de ellos. Los sensuales collages electrónicos de sus inicios regresarían en el bis con Maybes, mientras que la canónica Made to Stray cerraría el set animando al baile. Una buena forma de hacernos olvidar que, en el intento de materializar su proyecto más físico y sólido hasta la fecha, Mount Kimbie no logran llegar a tierra firme. Un naufragio como banda que, por otro lado, no resta ningún mérito a su impecable labor como productores.