Sobrevivir a la jungla, “Jewish Gangsta” y el crisol cultural neoyorquino de finales de los 80

Alpha Decay llevaba a las librerías hace solo unos días esta obra literaria de Karim Madani que muestra el lado más crudo y descarnado de la metrópolis a través de las historias reales de Ill Bill, Necro y más, que consiguieron reconducir sus vidas del infierno de las drogas y los robos a dar forma a un discurso oscuro y violento con Non Phixion, referente hardcore hip hop.

 

Nueva York, años antes de que apareciera el “ángel exterminador”: el título con el que se refiere Karim Madani a Rudy Giuliani en su libro Jewish Gangsta. 1989, último año de mandato de Ed Koch, el alcalde judío que lideró la metrópoli desde 1978. Al borde de que la ciudad diera la bienvenida al primer alcalde negro, David Dinkins. La época en la que una gran urbe fue devorada por sus jugos gástricos, desde sus propias tripas. Mucho antes de que supiéramos lo que era la gentrificación. 

Allí se sitúa la narración del libro traducido y recientemente editado por Alpha Decay en España, aunque no lo hace para contar historias similares a las que se han contado durante décadas. No hay ni rastro de los tópicos que han contribuido a que muchos de nosotros hayamos idealizado al Nueva York más turbulento como un escenario al que regresar con nuestra imaginación de vez en cuando. 

“En esta ciudad existen 8 millones de historias”, tal y como dijeron Mobb Deep. El autor escoge tres de ellas, se centra en tres relatos concretos que utiliza para retratar a los hijos de inmigrantes judíos que formaron parte de los peores guetos de Nueva York, usando las tres realidades interconectadas como un zoom in-out, desde las entrañas hacia fuera, que traslada una panorámica de las alcantarillas de aquella sociedad. Una imagen fiel y sin eufemismos. 

“En algunas familias, los niños heredaban pisos o colecciones de discos y de libros; en el barrio, heredaban la pertenencia a una banda. Valores y tradiciones”, relata Madani en el libro refiriéndose al patrón común que comparten los cuatro protagonistas de Jewish Gangsta: los hermanos Braunstein (Necro & Ill Bill), Ethan Horowitz (alias Maya Lansky, por Meyer Lansky) y Jane Berkowitz (alias Jewish Jane o simplemente J.J.). 

Tres historias que no se tocaron entre sí pero que compartieron muchas cosas cuando Nueva York llegó a un pico de saturación y envenenamiento en el umbral de los años 90: los protagonistas asumían su destino con una frialdad sorprendente, asumiendo que no había más combinaciones posibles para su futuro. 

“A veces, J.J. sube al tejado de un edificio contiguo y dispara balas al aire de calibre 22 contra las estrellas. “¿Por qué disparas a las estrellas”, le pregunta Rachel. J.J. respira hondo. “Por venganza. Nací con mala estrella”. J.J. fue la primera judía que fundó una banda de chicas en el extrarradio de Queens, en Corona, en 1989. 

“Los kids formábamos bandas para sobrevivir. Yo he golpeado y robado a tanta peña que mi karma está pringado para siempre, tío”. Necro es un hijo de thug (un matón que ha entrenado en Israel), hermano de Ill Bill que se crió en “uno de los peores sitios del Nueva York de 1989”, Farragut. Junto a su hermano Ill Bill fueron considerados “verdaderos salvajes” en aquel clima, goons que pasaban el día escuchando Slayer (“Hell Awaits”) e idolatrando a Ed Gein o Charles Manson.

“Los médicos intentaron encontrar rastros que les condujeran a un infierno familiar, la droga, el maltrato, pero Ethan nunca fue maltratado. Es que Brooklyn era tóxico. Hay gente que se intoxica con el amianto; él se intoxicaba con los vapores del barrio. No olvidéis de dónde vengo: tres kilómetros cuadrados en los que se hacinaban más de veintiocho mil personas”. Ethan, un genio del hurto de automóviles, se hacía llamar Maya Lansky en honor al cerebro del crimen organizado junto a Lucky Luciano y Bugsy Siegel, Meyer Lansky, de origen judío. En su fatal historia es en la que más claro se observa el concepto del libro.

Un concepto que nada tiene que ver con el Rap judío ni con simples historias criminales, si no más bien de la degradación del hampa y la mitología de la misma a través de los años. Las tres historias son narraciones casi irremediables: jóvenes de menos de 20 años que saben que en algún momento pisarán el infierno de Rikers Island, encargados inconscientes de continuar con un linaje de antiguos gángsteres judíos y que nunca sabrán la influencia que tuvieron en la vida de la calle. 

No se trata el Rap judío porque este nunca ha existido. “Nunca ha habido una tendencia musical a la que conscientemente se le llame rap judío, irlandés u otro. Es solo rap” dijo en una entrevista el autor. Necro y su hermano fueron contemporáneos de los Beastie Boys pero sus historias fueron dramáticamente distintas. “Yo no era un fan die-hard de los Beastie Boys porque a mi solo me gusta la música que te provoca ganas de descuartizar a la gente” dice en un momento de la narración el propio Necro. 

A pesar de ese dato a tener muy en cuenta, el libro sí recorre algunos de los momentos clave del género Hip Hop en su transmisión de las historias; los dos apagones que contribuyeron a la evolución del movimiento favoreciendo los saqueos de equipos de última generación (el más importante un 13 de julio de 1977); la guerra entre MC Shan y KRS-One, entre Queens y el Bronx; incluso se menciona a los Hermanos Shaw, creadores de algunas de las cintas de artes marciales que influyeron tanto en la cultura de bandas neoyorquina como en los Wu-Tang Clan.  

Tampoco trata solo de historias criminales, aunque da exquisitos detalles sobre el ecosistema de la época y las reglas no escritas en el asfalto; aparecen bandas como los Decepticons, los Ñetas, los Latin Kings, los DDP (Dominicans Don’t Play), las Cee Jay, los Infesticons, los Black Spades, los Bounty Hunters, los Cholos del Bronx o los Black P Stones; se describe a la perfección el complejo penitenciario Rikers Island, el ground zero de una generación cuyos sueños de abundancia se estrellaron contra el asfalto inhóspito del gueto”. 

Un libro conciso y que sustituye los artificios por detalles bien entrelazados y que consigue con el uso de una cantidad depurada de palabras al llamado “Brookman”, el término que surgió al comparar a Brooklyn con Vietnam. Allí, por ejemplo, en Brownsville, “The Ville”, el peor barrio de Nueva York, brotaron los Lo-Lifeboosters especializados en el hurto de grandes almacenes de Manhattan y con un único objetivo: las prendas Polo Ralph Lauren“Bury Me with the Lo on” decían mientras buscaban hacerse con una mítica Suicide Jacket de la marca (también de origen judío).

Un Nueva York lleno de chavales pobres que nunca habían practicado ninguno de los deportes sobre los que se construyó el storytelling de la marca, pero que gracias a unos ladrones, gracias a unos “símbolos” como ellos, podían vestirse como ricos cerca de aquellas abominables esquinas llenas de clockers

 

PLAYLIST: 

 

Schoolly D: “Saturday Night!”.  

“La policía de Filadelfia lo escuchaba una y otra vez para saber la relación entre un cadáver y una pistola”.

 

MC Shan “The Bridge” y KRS-One “The Bridge Is Over”. 

Símbolo de la primera gran guerra del Hip Hop: entre Queensbridge y el Bronx. 

 

Ice-T: “6 ’n the Mornin’”.

Aunque la gente de Nueva York solo escuchaba Rap hecho allí, Ice-T era una excepción en los guetos. 

 

Kool G Rap & DJ Polo: “Road To The Riches”. 

“MURDER MUSIC”. Música para matar. Literalmente. 

 

Big Daddy Kane: “It’s A Big Daddy Thing”.

Necro adoraba el flow de Kane, otro icono para el retrato por aquel entonces todavía por construir del gangsta neoyorquino.

 

Necro: “I Need Drugs”. 

El auténtico horrorcore, inspirado en el Rap Hardcore y las películas de género y gore.“Necro escribe letras raperas al estilo de Charles Manson. Sus canciones tratan de Porno, gonzo, bondage, esclavitud sexual, tortura y profanación“. Aquí explica “la dialéctica compleja que une al camello con el cliente. La mecánica hegeliana y narcótica”. 

 

Ill Bill: “I’m A Goon”.

“Im already dead, it’s Ill Bill the 2011 Melle Mel.”