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Mugako: más que un primer asalto

En la escena techno nacional pasa un poco como en la del rap, el carácter más old school está tan arraigado entre sus seguidores, que no es fácil encontrar propuestas festivaleras que amplíen el abanico y vayan más allá. Eso sí, el panorama ha experimentado un cambio en los últimos años gracias a iniciativas que abogan por su lado más vanguardista. Lo comentaba el propio Damian Schwartz (uno de los artistas que conformaban el line up de Mugako) poco después de terminar su actuación: antes todo se englobaba dentro de la etiqueta “chundachunda”, ahora la cosa ha cambiado (aunque sea en cierta medida) y se nota.

La hora de arranque del festival (viernes, 20.00 h.), coincidía con la hora de llegada de la mayoría de los asistentes (ahí quedaba patente que la media de edad no estaba en los 18 precisamente). En la sala Plaza, Radithor recibía al público con una sesión experimental y de lo más jazzística, con tintes psicodélicos y en la que por un momento la voz del cantautor Mikel Laboa se enredaba entre estructuras irregulares y algún que otro grave.

Desde la parte al aire libre del festival podíamos observar cómo a eso de las 21.00 h. los ventanales de forma circular de la Sala Este irradiaban algún que otro fogonazo de luz. Era la señal de que Boris Divider había comenzado. El madrileño podría pasar perfectamente por ser un último fichaje de Raster Noton; su juego de glitches y frecuencias (acompañado de unos visuales impecables) no dejaba desaparecer la tensión en ningún momento, ni en las partes más cercanas a la pista de baile.

Antes de que Demdike Star aparecieran en el escenario, muchos nos preguntábamos si optarían por un directo ambientado por completo en esa parte de cine de terror que les rodea o si, por el contrario, lo combinarían con algo menos experimental. Finalmente, pisaron por los dos territorios. Primeros minutos cargados de ruidismo y tenebrosidad, y última parte plagada de capas, donde no abandonaban del todo su lado misterioso pero se introducían de lleno en los sonidos de club. Su lado cinemático quedaba reflejado perfectamente gracias a los visuales de Inesfera, acordes con la narrativa del dúo británico; suciedad y errores en la imagen, glitch en colores cálidos, parajes de tierra seca, la silueta de una mujer retorciéndose.

Answer Code Request fue, para algunos, la sorpresa de la noche. Poco sonido del que todos identificamos como “Berghain” (club del que es residente) o más relacionado con Ostgut Ton, y sí mucho jugueteo con el electro, las melodías hipnóticas y las estructuras cíclicas de cierta epicidad. Con Patrick Gräser se desencadenó el fervor y dijimos adiós a las buenas composturas y los comedimientos. Era el momento perfecto, pasábamos a la segunda fase de la jornada, en la sala Kubik.

Objekt parecía haber venido a Mugako a dar una lección de eclecticismo. Master class, mejor dicho. Una de esas sesiones en las que te cuesta entrar, pero una vez estás dentro parece que todo lo que pase por salir fuera del núcleo significa no estar a salvo. El alemán no pivotó por la línea techno durante todo su recorrido ni por asomo. Sus saltos de un estilo a otro (del electro de bajas pulsaciones al house de estructura fornida o al dub de temas como “Koro Koro”, de No Smoke) fueron brillantes. La intensidad fue subiendo y como si todo estuviese calculado al milímetro de segundo, su cierre ya se dejaba llevar por un techno oscuro y un tanto sucio. Perfecto para la entrada en escena de NX1.

Si lo que hizo su predecesor en el escenario de Mugako fue pulular por varios palos, lo de NX1 fue el ensañamiento sin ningún pudor para/con uno sólo. El dúo formado por Surit y Samot ha conseguido hacerse con un estilo personalísimo dentro del techno, y en el cual no todo es oscuridad ni esencia industrial; los brillos en medio de las estructuras recargadas y de los breaks consiguen imprimir un halo de poesía dentro del discurso, el mismo que añade el toque más delirante a sus directos.  Su ensañamiento con la mesa fue el nuestro con la pista de baile.

Así nos fuimos retirando de la primera jornada, dejando el Kubik bastante lleno, pero sin mirar atrás, que nos conocemos. Al día siguiente, el alboroto comenzaba temprano (aunque entre unas cosas y otras llegamos escasos minutos antes de que Andreas Tilliander cerrara la mañana en el Hor Dago). Eso sí, acudimos puntualísimos al arranque de sesión de Damian Schwartz a las 16.00h, y con Artium (el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo) luciendo ya medio lleno. El madrileño construía un set de una progresión perfecta, y que nos obligaba a tirar de shazam en más de una ocasión ante la brillante selección de temas: “U fucking Confuse Me” de Betek, “Track #8” de Omar S o el “You Don’t Know” de Drexciya (por decir algunos) y todo encajado de una manera redonda, pulida y elegantísima.

 

Antes de que llegara Svreca, el dúo formado por Kastil & I-Real iba tanteando el aguante de la estructura de la sala a base de un live cargado de maquinaria analógica que apenas cabía en el escenario. Según las propias palabras de Kastil a través de facebook, fue una “improvisación” a base de “síntes modulares y fxs” donde se pudieron escuchar algunos de sus próximos lanzamientos. Y viendo el nivel que llevaron a Mugako, estaremos atentos.

Aunque no pudimos estar en el set de Gkahn, el informe que nos pasaron algunos de los asistentes ubicaba la sesión del asturiano como de lo mejor del festival. Teniendo en cuenta que desde el streaming de Captcha se pudo observar que las galletas de los discos estaban tapadas, definitivamente se nos alargan los dientes por no haber podido ir (aunque próximamente habrá vídeo desde Captcha).

A Svreca lo vimos en directo y en diferido una vez hubo pasado el festival (según la plataforma de streaming, el vídeo del de Semántica se convirtió en el más visto en tan sólo 24 horas). Ahora bien, al verlo desde la pantalla confesamos que no nos cuadraba nada con lo que habíamos vivido allí. En directo, la música de Svreca se deja palpar; es rugosa y afilada. El carácter envolvente de alguno de sus pasajes les convierte, en el cara a cara, en pura y dura magia negra.

Cuando vimos en el programa que Abdulla Rashim cogía el relevo de Svreca en la Sala Este, aplaudimos fortísimo. El sueco, enfundado en un traje negro muy acorde con ese halo de misterio que le rodea, fue un auténtico viaje por territorios en blanco y negro, pasillos subterráneos. Bosques invernales como los que podían verse en las visuales que Inesfera iba proyectando. Frío de temperatura ambiente y también de estado mental, que nada tenía que ver con el calor que desprendía ya la sala.

Entre Svreca y Abdulla Rashim, pero en la Sala Plaza, pudimos ver a un Ron Morelli, con un discurso bastante alejado de las anteriores ocasiones en las que le hemos bailado. A Morelli le persigue una fama bastante repulsiva; se ve que el de L.I.E.S tiene tendencia a la egolatría y al subidismo más chulesco. Y desde que sabemos esto, miramos de reojo sus sesiones. Así llegamos a la suya a su paso por Vitoria, con el cigarro en la mano y el ceño fruncido. Pero, para pereza de sus haters, el neoyorkino se marcó una sesión de aupa. Mezclando vocales rock gótico (como las de Peter Murphy, de Bauhaus) con groove housero, EBM o techno en la onda de Chicago. Muy arriba todo el rato.

El punto y final a la parte Artium del festival lo ponía Dasha Rush. Una de esas mujeres que desprenden un tipo de energía extremadamente atrayente desde el escenario. 4×4 rudo, tóxico y muy recargado por momentos. Eso sí, pocos olvidarán su cierre: Jean-Michel Jarre: “Equinoxe, Pt. 4”. El punto épico, justo ahí.

Recta final del festival en la sala Kubik, que arrancaba con Kangding Ray. El de Raster Noton parecía haber ido palpando el ambiente durante las últimas horas de la tarde, donde se le vio aparecer por las diferentes actuaciones; y como si se hubiera mimetizado con el estado del público, entendió perfectamente qué era lo que queríamos/necesitábamos a esa hora. Kangding Ray firmó un live dinámico, con mucho componente melódico entre beats de lo más pesados y en el que no pudo faltar su grandioso “Amber Decay”.

El punto final del festival, como no podía ser de otra forma, lo ponía Regis. Con ese techno casi visceral, oscuro, metálico y empedernido, y que nos hizo sudar hasta el último minuto. Lo imaginábamos como el cierre perfecto y  lo fue.

Mugako no sólo ha celebrado su primera edición -que, a juzgar por la organización y por el público tampoco parecía serlo-. Mugako ha celebrado un cambio en las reglas del juego que rodean al Techno en la liga nacional; no sólo a través de su paleta de sonidos sino también de los espacios -con Artium como lugar elegido para llevar a cabo la mayor parte de las actuaciones del fin de semana-. Además de los vítores y el aplauso general, el festival ha conseguido que aquellos que estuvimos en Vitoria el pasado fin de semana nos despidiéramos citándonos para el próximo año; en el mismo sitio, a la misma hora y con las mismas ganas (o con ellas más sublevadas si cabe).