Rojuu, pop para una generación triste

Con apenas 16 años, Rojuu ha surgido de la Barcelona posolímpica como flautista de Hamelín de una generación que buscaba un acto reflejo. En este caso, una voz que tradujera el dolor mudo de la adolescencia. A ritmo de sad trap o dream pop, su huella promete ser gigantesca en los próximos años.

 

En tiempos de ensimismamiento emocional, apariciones como Rojuu responden a una necesidad por representar estados anímicos primerizos, por naturaleza, asociados a situaciones tan tristes como reconocer la idealización del primer amor o el desamor del quinceañero, obligado a esconderlo por miedo a la burla, el tweet dañino.

Esta clase de sentimientos siempre fueron expuestos en materia pop desde la perspectiva adulta. Sin embargo, esta distancia está cada vez más difuminada en la actualidad. En base a esta realidad, los adolescentes de hoy en día cuentan con un emisario como Rojuu, ejemplo más elocuente de lo que podría definirse como emo trap, sad trap o incluso pop de generación Z. Dicha característica queda perfectamente expuesta en un tema como R.I.P.: apología toxicómana a base de pastillas, nada menos que descrita por alguien de quince años, en el momento de su edición. 

El catálogo de depresiones y anuncios de suicidios descritos por Rojuu en las canciones con las que ha invadido las redes entre 2018 y 2019 cubren la necesidad de toda la gente de su edad, que empatiza con su pop emoji de mueca triste. No en vano, conecta con un público tan específico como el de Lil Peep, el primer mártir del trap. Ambos casos definen una constante en estos últimos tiempos: la conexión emocional de iconos como este último y Rojuu con su audiencia es tan íntimo gracias a la recepción de una franja de edad similar o cercana a la suya. 

Que los ídolos de la generación Z tengan su misma edad incentiva la idea de una progresión conjunta entre ambas partes. Y responde a una vuelta a los fans que, en los años sesenta y setenta, crecían a la par de sus ídolos. 

A diferencia de Michael Jackson, Miley Cyrus y demás casos de precocidad mainstream, el caso de Rojuu proviene del underground. Esta vía abierta es el reflejo de los niños que ya no juegan al Quimicefa o al Trivial Pursuit, sino que desde la infancia están conectados a tutoriales de Youtube, a la sobre exposición de Instagram y viven en una burbuja conectada al exterior desde las redes.

Los reflejos entre Lil Peep y Rojuu son evidentes, aunque en el caso de este último provienen de la exteriorización de miedos y sufrimientos varios nacidos de un placer íntimo: la grandilocuencia surgida de sufrir estados asociados al victimismo natural que provoca el rechazo, y deriva en una épica contenida del sufrimiento, perfectamente expuesta en una escena del videoclip realizado para Kids & Drugs, donde Rojuu está en el metro con la mirada perdida, fijándose en una pareja de niños besándose.

Así como Rojuu lo explicaba a Ignasi Fortuny en El Periódico, el 14 de marzo de 2019: Mi generación necesitaba a alguno o algunos que hablasen de sus sentimientos, y con el sonido que les gusta”, sentencia. “La tristeza es un sentimiento que todo el mundo tiene, y de los sentimientos más importantes, pero que nadie expresa porque es como súpertabú”.

Esta forma de sadomasoquismo curativo, altamente infeccioso, puebla la geografía sentimental de las canciones que integran Children of God (no confundir con la obra maestra de Swans), para el cual ha contado con la ayuda de Carzé, un productor venezolano de apenas diecisiete años de intuición clínica a la hora de explorar el lado onírico del trap, que conoció hace un año por internet, y Clutchill, otro talento de la liturgia trap (que ya ha colaborado con Goa, entre otros) en su meridiano adolescente, al igual que su compinche ocasional Louis9K: figuras cuya atención está más centrada en su presente actual que cuando superen sus años de crecimiento.

Esta química del sufrimiento adolescente ya estaba contenida en Bad Trip Camp, la mixtape con la que Rojuu certificó su irrupción, publicada a comienzos de año. 

No obstante, no ha sido hasta la publicación de Children of God que ha podido cuajar en una fórmula musical sus inquietudes, nacidas de inspiraciones directas como el anteriormente citado Lil Peep.

Más allá de su talento innato para armar cortes de grower afligido, lo que verdaderamente atrae de Rojuu es haberse curtido desde el underground, también con  referencias de estos últimos años como Rae Sremmrud, Yung Beef, Frank Ocean, Gorillaz, pero también el pop hipnagógico y el dream pop. 

Casos de exultante juventud como el suyo se pueden atestiguar en traperos de La Florida, de Hospitalet, como Jensel King y en otras comunidades musicales barriales como la del grime londinense, con ejemplos tan representativos como Elf Kid

Rojuu no canta desde el apego romántico, sino desde la verdad que pretende mostrar, aunque sea inventada. Su tono vocal, neutro y lánguido, remite al subrayado de la vulnerabilidad. En su caso, descrito desde vídeos de estética manga tan elocuentes como Kids & Drugs, donde la cámara se recrea en su camiseta con la portada de A.D.R.O.M.I.C.E.N.S. 4 de Yung Beef. 

No en vano, la propia imagen de Rojuu parece extraída de películas de Naoki Yamada o Makoto Shinkai, realizador de Your Name (2016). Su fijación en la cultura japonesa le ha llevado a jugar a nivel sonoro con samples extraídos de su imaginario, tal que en cortes como Memorias de plástico. Esta canción también filtra la condición hipnagógica de un sonido emparentado con el pop psicofónico de Ariel Pink o Jib Kidder: muestras de que la evolución de Rojuu es tan impredecible como fascinante.

Eso sí, la vía que perfila su cuaderno de bitácora es el trap en slow motion. Pop de emoticono posmilenial descrito en títulos como Neogénesis, en clara alusión a la icónica serie de anime nipona. Es en cortes como este donde emergen relieves autotune de dibujos animados, slow trap que parece abducirse a sí mismo. Adictos a la lujuria es otro ejemplo modélico de slow trap. Ambos temas abren Children of God, aunque más exagerado todavía es Solo a ti, de aura, prácticamente, sacra, también extrapolable a títulos como Llorando sangre: single de finales de 2018 donde está más cerca que nunca de su admirado Yung Beef.

A través de la ralentización de la Tr-808 es como Rojuu se siente más cómodo y hace aflorar sus sentimientos más íntimos en canciones encadenadas entre skits como Siéntete libre, donde recoge una declaración adolescente nocturna sobre la sensación expresada en el título por medio de las drogas. 

Tal como refleja este inserto en Children of God, la música de Rojuu contiene un alto poder documental de su generación, quizás el más revelador de estos tiempos, aunque sea (o quizá por ello) desde la mirada de un niño abducido en las viñetas de mangas como Airgear o Bakuman. Y es que, desde la ficción de su perspectiva, es donde podemos reconocer todas las inquietudes de la comunidad Z, que ha encontrado en Rojuu la brújula donde perderse a lo largo de un futuro inmediato que evade cualquier clase de cesión a lo previsible.