Soviet Gym, escarbando en las ruinas del bacalao

Es sumergirse hasta las orejas en Bacaladdero, el debut de Soviet Gym, de Arturo Daniel Marín Ramos (Alicante, 1986), y encontrarse hundido en un denso y tóxico ambiente de minimal wave macarra, sonidos post-industriales y cameos en el EBM, Hi NRG, bleep británico, new beat belga o primitivo trance alemán envuelto en un estilismo soviético. Géneros ninguneados y camorristas que él rescata en más de una hora de un ritmo compacto y sin tregua para -según sus palabras- volver a poner la basura encima de la mesa y convencernos que la nueva actitud punk es celebrar el regreso del bacalao. Hablamos con él en una improvisada conversación por las redes.

“Soy de San Vicente, un pueblo dormitorio de Alicante. La casa familiar daba a una replaceta y como tengo seis hermanos mayores, siempre estaba en la calle. Sobre el año 90-91, allí se juntaban mogollón de bacalas con sus coches. Todo el día con la música de Interfront Megabeat puesta a toda hostia. Estaban allí 365 días al año, fumando canutos y haciéndose algunas rayas. De mientras, en el barrio, se hablaba de que había entrado «la droga» a la plaza, y también el bacalao, esa música que se hacía con «máquinas». Yo todo eso lo veía con acojone, pero a la vez me gustaba. Recuerdo muy bien todo ese sonido «medievoelectro franciscano».”

 

Sí, lo puedo entender. A mí me gustaba bastante lo que salía de Pont Aeri. Luego lo negué todo, pero de mayor me he reconciliado un poco con ello, aunque no lo diga en alto.

[Ríe] Yo igual, la diferencia es que me reconcilié a los 16 años, y me hice un bacala reputado.

 

Cuéntame más sobre tus hermanos, ¿estaban metidos en esa troupe?

El mayor era rocker, le gustaba Loquillo, Gabinete Caligari, Los Rebeldes, Los Coyotes, etc. El siguiente era el modernillo, más de Depeche Mode, Front 242, The Cure y The Cult. El tercero era hippie rockero de The Doors, Led Zepellin, Nirvana… Tenia otro que sí era bacala y sobre el 93, empezó a traer cintas del ACTV, y yo que ya era rockero reputado, las escuchada en escondidas. Luego, el más cercano a mí se hizo rapero, traía cintas del Club de los Poetas Violentos.

¿Y con cual conectabas mejor? ¿o te iba a épocas?

Me sentía más próximo al hippie rockero. Nevermind de Nirvana, me estalló en la cara. Después seguí con Ten de Pearl Jam y todos los de The Doors.

 

¿El grunge fue lo primero que escuchaste por tu propio pie?

Bueno, fue mi hermano quien trajo el CD a casa (fue el primer CD que ví en mi vida) y me flipo,me flipo tanto, que a partir de ahí ponía yo solo la minicadena y grababa mis propias cintas cantando canciones de Nirvana y de Deep Purple [ríe]. En mi casa teníamos un órgano Hammond y el rollo Deep Purple también lo he mamado mucho.

 

¿Los miembros de tu familia tocaban?

Sí, mi hermano, el hippie rockero, era cantante en el 91, y tocaba la guitarra electroacústica al estilo Bunbury. Lo asociaba mucho con ese rollo [ríe]. Llevaban el pelo igual y la misma guitarra. Luego, estuvo viviendo en Valencia con unos chavales de Alcoy y montaron un grupo. Los fines de semana volvía a casa con discos que le habían prestado: David Bowie, Brian Eno, The Velvet Underground, Kraftwerk, Joy Division, Talking Heads… También traía muchas cositas del indie nacional de entonces, Manta Ray, los Surfin’ Bichos o Lagartija Nick, aunque ya lo escuchábamos de antes.

De lo que trajó, el rollo Kraftwerk a mí me flipó. Debía tener 10 años y todo eso de los sintes, los hippies cósmicos, Neu!, Can, me dejó alucinado. A los 12 años vi por primera vez un canuto, y a los 13 empecé a fumar con toda esa música. Y claro, ya no había vuelta atrás. Después empecé a escuchar punk ochentero español. A mis colegas les molaba Extremoduro, pero yo era más de Eskorbuto, RIP, Cicatriz

 

Has hecho un buen recorrido musical, ¡antes incluso de ser adolescente!

Sí, tuve mucha suerte.

 

¿Cuándo empezaste a tocar?

¿La guitarra? Hace 3 años [ríe]. La gente no se lo cree, pero fue así. Siempre he pensado que sabía tocar, pero no me sabía ni “Smoke on the Water”.

Bacaladdero-cover

¿Ahí empezaste todos tus proyectos musicales? ¿Hace solo 3 años?

No, espera, que te lo cuento todo y ahora lo entenderás mejor. Cuando empecé a salir por las discotecas, vi que la música era mala de cojones, pero podría mejorarla. Así que a los 18 me puse a pinchar/frikear con la música trance -que era lo que se escuchaba aquí-, y empecé a bajarme canciones que veia que tenian su rollo. Al tiempo, me cansé de estar haciendo el panoli con el Traktor DJ Studio y vi que un chica de Alicante daba un curso de Ableton de 40 horas a 200 pavos. Tenía 25 años cuando me apunté y empecé a componer música electrónica, porque no tenía ni idea de tocar instrumentos.

El caso es que empecé con la electrónica, pero la gente, aquí en Alicante, pasaban de lo que yo hacía. De hecho se partían, porque empecé con el retrotrance. Entonces intenté meterme en música más “actual”, para ver si me la fichaban estos sellos de tech house groovero “de moda”. Me cogieron en un sello italiano y entré en Spotify iTunes y demás, pero era música que no me representaba, un producto que había creado para colgarlo en un mercado preestablecido. Fue lo peor que pude hacer, esperaba poder pinchar en algunos garitos de Alicante, pero fue imposible.

 

¿Porque no te sentías cómodo con el género? ¿Te traicionaste?

No me gustaba tener que “torcer” mis canciones, para que cuajaran con aquellos sellos. Destrocé un montón de ideas que tenía para temas que pudieron ser buenos. Y aún así, no me daban bolos. En Alicante, no solo vale hacer música, lo verdaderamente importante es el amiguismo.

 

En Alicante y casi en todos sitios, no te creas que Barcelona es distinto. 

Entonces empecé a tocar la guitarra por mi cuenta, porque ya no estaba disfrutando con nada. Y fue el año pasado cuando me bajé mucho minimal wave y pensé, ¡a la mierda! Voy a hacer bacalao, sin mirar a nadie ni a nada.

 

¿Es lo que más te apetecía?

Claro, quería plasmar toda esa electricidad que había visto en el bacalao cuando era pequeño; esa parte oscura y macarra que me atrajo, la más enérgica. Hay una frase de Jorge Ilegal que dice: «el rock es una señal sonora y eléctrica, que induce a la violencia». Para mí, el bacalao es igual, salvo que a veces también puede inducir al viaje más o menos cósmico. Ese componente tenebroso y tripesco también es importantísimo en el género.

 

¿Y sientes que es lo que define tu trabajo ahora, con Soviet Gym?

Totalmente, electricidad violenta y oscuridad futurista de tripi. Además, siempre me he fijado en el post punk y todas esas letras soviet. Por ese motivo, me fui de Erasmus a Polonia, me interesaba su cultura. El nombre Soviet Gym viene por el tema de las drogas de gimnasio empleadas por la RDA para torcer los Juegos Olímpicos. También viene por los liuberos, que fueron una tribu urbana de las afueras de Moscú, que se dedicaban, entre otras cosas, a ponerse super fuertes con anabolizantes. Fue esto y que me pareció un nombre con bastante energía, relacionado todo el rollo del futurismo, el constructivismo ruso, el dadaísmo, etc.

 

¡Con tantas referencias podrías hacer cualquier cosa!

Cierto. Ahora mismo hago bacalao, porque veo que este mundo es bacala. ¡La ley es más bacala que yo! Veo que somos una especie violenta condenada a exterminarse por culpa de la intolerancia y la ambición, y eso nos convierte en bacalas, simios, al igual que los que buscaban pelea en los 90 en discotecas. Aunque la música puede modificar su significado y no para de cambiarlo: el indie ya no es indie, es pop; el punk (como estilo de música) es pop también. La única salida para ser punk, es ser bacala, es una manera de poner “la basura” encima de la mesa, es una manera de sacar aquello que la sociedad nos obliga a ocultar.


Pero tú trabajas con ‘basura’ muy especializada, porque citas unos subgéneros que no había oído hablar en mi vida, ¿como llegaste tan al fondo?

Leyendo en blogs, Wikipedia y mirando continuamente en YouTube. Me encanta escarbar en las ruinas sonoras [ríe]. Es una forma de convencer a la gente que el mundo es bacala igual que en los 90; que es intolerante igual que en los 90; que hay precariedad igual que en los 90, y que el ser humano es un bacala sin miramientos. Donald Trump es el tío más bacala del mundo y curiosamente es quien lo domina. Hilary Clinton también es bacala. Las leyes son injustas como los bacalas; la ley es macarra.

 

Y las canciones, ¿cómo las has ido componiendo?¿cuánto tiempo has tardado en tenerlas todas? ¡Porque hay la tela de material!

En eso también soy muy particular. Durante un mes, me puse todas las noches a intentar componer un tema nuevo. Trabajo mucho el “enfrentarse a la página en blanco”. De hecho, me encanta, ¡empezaría canciones todos los días! Entonces hacía bocetos todos los días y al cabo de un mes, tenía veinticinco bocetos o más. Después elijo a los que le veo gran potencial, y los desarrollo. Si veo que el boceto no es potente, no gasto mas tiempo. Hay algunos tracks que los he terminado en una o dos semanas, otros los voy arrastrando a lo largo de tres meses, porque tengo dudas en qué desenlace escoger para canción.

Por ejemplo, antes cuando hacia tech house rancio, todo lo componía a fuego lento, pero era una cagada, porque intentar potenciar una idea mala mediante buenos arreglos al final hace que la canción no sea tan concisa, tan potente. Y en Soviet Gym, todo debe ser muy directo, como un logotipo, eso lo he mamado mucho del punk.

 

Hablando de logotipo, ¿por qué un arpa? Es muy Guinness. 

[Ríe] Por Héroes del Silencio, no hay más. Ten en cuenta que en el 91 era totalmente aceptable ser bacala y ser fan de Héroes, de hecho la simbología del bacalao del 87 al 91 era gótica.

 

Hoy se honra a los bacalas, ¡pero a Héroes aún no!

Bueno, pero Héroes ya han chupado demasiada pasta con reediciones [ríe]. La portada del disco también es mía. Es un punto muy importante, porque el bacalao español solo tuvo un área de actuación más allá de la música, y fue el diseño gráfico. Tuvo un desarrollo estrepitoso, super amateur, porque debían hacer flyers de discotecas todas las semanas, y las temáticas principal eran dos: o bien la industrial (poleas, engranajes y tornillos) o bien la gótica (sobre todo seres mitológicos). Estas corrientes gráficas eran europeas, pero aquí, en la Comunidad Valenciana, se imitaron, siempre super mal dibujadas y cutres. Se notaba que no eran profesionales, había muchísima mierda, pero también algunos flyers muy acertados, con auténtica potencia visual. Esto también lo quería rescatar. Si todavía no he leído el libro de Luis Costa sobre bacalao, es por la mierda de portada que tiene. Es un crimen no recoger el diseño gráfico de la época. Para que ahora los viejos dinosaurios del bacalao digan que también tuvo repercusión en la moda, el teatro, etc.

 

¿Y qué opinas al respecto?

¡Tonterías! No eran más que tendencias normales de la “new wave” que se dieron en toda Europa. En Madrid, el epicentro de ese rollo moderno guayón, el bacalao fue lo que fué, electricidad y degeneración. Tuvo algo de música salvable y yo me he dedicado como he podido a ello, y con el diseño gráfico igual. Fue basura, pero aun así, había bastante energía en esos flyers.