The Colour In Anything

Todos echamos un poco de menos al James Blake que hacía música de baile. Algunos no le dieron la oportunidad -o no le dedicaron el tiempo y el momento oportuno- a sus largos. Son los que ahora suelen llamarlo llorón. En cambio, otra gente se topó con sus discos, de manera voluntaria o no, y supo entender que el quid de la cuestión es, precisamente, apreciar lo que queda de la música de baile en el soul (o gospel, o pop…) que factura Blake. Ocurría en su debut; ocurrió en Overgrown y ocurre en The Colour In Anything. Siempre hay algo de un Harmonimix en los discos del londinense. Aquí es Love Me In Whatever way, aunque comience y cierre como una balada intimista al piano.

En Timeless, un pico emocionante del tracklist, Blake también repite con las cadencias dubstep y los cliffhangers en las estructuras. Lo que parece un opus a 70 bpms se sacude toda la solemnidad con una melodía inesperada. Estos cambios repentinos de guión mantienen unida la música de James Blake con la de baile, aunque la distancia a efectos prácticos sea evidente. O la manera de usar los samples, –Put That Away And Talk To Me es como un remix redux de Actress de cualquier balada de Murder Inc.– de jugar con los efectos vocales, de loopear segundas voces. Su pasado musical perdura, es cuestión de abrir los sentidos y buscar los detalles en otros lugares.

Aunque buena parte de su corte de fans comparta el anhelo por los temas pisteros, el inglés asumió hace tiempo que eso de ser un productor de electrónica relevante se le quedaba corto, él quería ser un músico relevante. Y en ese papel de letrista, compositor y cantante es donde avanza este The Colour In Anything, cuyo rasgo más significativo es lo explícito del contenido. Donde unos ven un llorón, otros ven a un ser extraordinariamente sensible lidiando con esa sensibilidad con una naturalidad aplastante. Una nueva relación, desprenderse del autocontrol, dejarse llevar y madurar -para escalofrío del común, todavía tiene 27 años- son algunos de los temas que despacha Blake en el disco. ¿Cómo se puede hablar de algo tan mundano de manera tan sublime y hacerlo sonar tan elegante? Algo tan intrínseco y personal como saber compartir y dividirte entre tu vida laboral y tu vida sentimental (Meet Me In The Haze, el broche sacro al final del disco) o lidiar con los agujeros negros vitales (Points, el primer abismo de layers, la primer a melodía pegadiza, el primer vuelco de la atención que tiene The Colour…).

Y en la punta del iceberg de hasta qué punto el tercer largo de James Blake es un ejercicio de exploración de límites vocales está Choose Me; donde el inglés prácticamente berrea sin efectos, un extremo desconocido hasta el momento. El esfuerzo por cantar, impostar y, en definitiva, hacer sonar su voz de manera novedosa es palpable en todo el disco, sigue siendo un instrumento más; uno de los importantes, en detrimento del silencio. Si peca de algo este The Colour In Anything es de longitud. Puede ser la falta de costumbre, puede que haya más información que en sus anteriores trabajos. Pero el camino se lleva bien con composiciones redondas, como la colaboración de Bon Iver, y fogonazos de aquel chaval que puso en boca del indie el término postdubstep. No hay sorpresas: huele a disco con magia para aquel que se deje tocar por él. Blake sigue escalando en su propia ruta, aunque ya pise los estudios de las estrellas con asiduidad.