“Thor: Ragnarok”, superhéroes a ritmo de synth-pop

Tres el fiasco de Thor: El mundo oscuro, una de las peores películas de la Marvel, vuelven las buenas sensaciones a Asgard. La nueva aventura del vástago de Odín es un relato de aventuras fantásticas lleno de retranca y sentido de la maravilla que, además, sirve para descubrir al gran público la figura del director neozelandés Taika Waititi. A continuación, repasamos los cuatro factores que hacen posible el renacimiento cinematográfico del dios del martillo.

 

-La vis cómica de Chris Hemsworth

Paul Feig lo intentó en Cazafantasmas, donde convirtió al actor australiano en un recepcionista torpe, pero no le acabó de salir bien. Eso sí, ahí nos quedó claro que Hemsworth sabía reírse, y mucho, de su condición de macho alfa. Taika Waititi, que de risas y del ritmo de los gags sabe un rato (chequeen con urgencia si aún no la han visto Lo que hacemos en las sombras, El baile de los vampiros del siglo XXI), coge el testigo de Feig y en Thor: Ragnarok convierte al marido de Elsa Pataky en un superhéroe guasón que, a ratos, se asemeja al Bruce “Ash” Campbell de El ejército de las tinieblas (ojo que aquí también aparece un batallón de soldados zombis).

La primera secuencia de la película es reveladora: puro slapstick marveliano con Thor colgado de unas cadenas mientras, cual Indiana Jones en peligro, le suelta chascarrillos a uno de sus enemigos más temibles. El tono cómico que marca esa escena está presente en toda la historia y se contagia, felizmente, al resto de personajes. 

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Taika Waititi, el nuevo James Gunn

Hace unos meses y a propósito del nuevo reboot de Spider-Man, comentábamos sobre ella en Beatburguer que poseía algo del espíritu de James Gunn y sus dos entregas de Guardianes de la Galaxia; las películas de la Marvel más bizarras por, claro está, salirse sustancialmente de los productos estándar de la productora. Pues bien, Thor: Ragnarok recoge aún más la herencia de Gunn, uniéndose de facto al club de rarezas marvelianas. Waititi se apunta a eso de sabotear los clímax de acción (uno de los más espectaculares tiene lugar en un portal espacio-temporal conocido literalmente como el ano del diablo), llena el filme de detalles artesanales (máscaras, pancartas y vestidos hechos a mano), o parodia el primer Thor en clave sketch del Saturday Night Live (atención con la obra teatro del inicio y los cameos de Sam Neill y Matt Damon). Estas decisiones dotan de alma propia a la tercera entrega del dios del trueno, construyendo una de las películas de aventuras más divertidas y trepidantes del año.

 

Cate Blanchett y su villana de dibujos animados

Como pasa en la saga de James Bond, en las franquicias de la Marvel los villanos son claves para asegurar el éxito de la función. Y este Ragnarok tiene a una de las mejores en ese rol. La diosa destructora Hela está interpretada por una Cate Blanchett que se une a la fiesta sin atisbo de dudas. Blanchett se gusta como malvada, y consigue no caer en la sobreactuación o en la parodia desmesurada. A mitad de camino entre una versión caricaturesca de la maléfica de Angelina Jolie y la clase del Magneto de Ian McKellen, se nota un trabajo concienzudo por parte de la actriz australiana para insuflar carisma a su personaje. La entonación relamida de las palabras que se deslizan por sus labios, los andares y una mímica corporal propios de un reptil, y esa sonrisa socarrona que le acompaña en todas sus apariciones, son de cosecha propia. Vamos, que la Blanchett no se ha conformado solo con cobrar el cheque, sino que también se ha unido al espíritu juguetón de Waititi.

Superhéroes a ritmo de synth-pop

Una de las sorpresas de Ragnarok es la banda sonora de Mark Mothersbaugh. Sí, el líder de Devo se une a la verbena con una partitura que, como la película, presenta fugas inesperadas a territorios inéditos en un producto de este tipo. Parte de las composiciones incluyen pasajes synth-pop, y ver a Thor soltando mamporros al ritmo de los sintes de Mothersbaugh es algo parecido a una apoteosis geek. Algunos cortes son realmente excepcionales: Grandmaster Jam Session es una genial marcianada que sirve para presentar la figura del excéntrico personaje al que pone cara Jeff Godblum, Parade y Planet Sakaar son un par de orgías tropicales bubblegum de teclados que ilustran en clave exótica el planeta al que Thor llega por accidente, y el breve pepinazo What Heroes Do nos hace pensar en un John Carpenter en clave popera.

Mothersbaugh, que lleva desde finales de los ochenta en esto de las BSOs de cine (las primeras obras de Wes Anderson llevan su música), aprueba con nota en su primera experiencia en una superproducción de Hollywood.