Utiliza máscara si es para esconderte

Unas reflexiones en torno al uso de máscaras en el circuito electrónico. ¿Cuándo se hace bien y cuándo no?

 

Cuando desde la dirección de Beatburguer me propusieron hablar sobre los DJs enmascarados, enseguida se me ocurrieron ciertos nombres. El primero fue Boris Brejcha, quizás porque tuve el privilegio de entrevistarlo cara a cara hace no muchos meses. Tras él, otros no-rostros me vinieron a la mente: SNTS, Deadmau5, Redshape, Claptone… Al cabo de unos días, me di cuenta de que estaba dejando al Olimpo de los Dioses de lado. ¿Cómo no habría podido pensar en Daft Punk? Por no hablar del EDM: Marshmello, Cazzette, Mike Candys, DJ Bl3nd… Incluso podemos dedicarle unas líneas a Rrose. ¿Qué lleva a los artistas, productores y DJs a utilizar una máscara? ¿Qué pretenden? ¿Esconder su identidad? ¿Alejarse de los focos? ¿Esquivar el protagonismo? ¿O todo lo contrario?

Creo que el mensaje es claro. Los que amamos la música, en general, deseamos que se hable de música. Y deseamos, por encima de todo, que los artistas sean reconocidos, valorados, venerados y, claro está, pagados en función de su música. Tampoco es tanto pedir.

Artistas como SNTS han mantenido siempre oculta su identidad tras atuendos negros (capas, capuchas y guantes de dedo abierto) y esa bella a la par que terrorífica máscara negra y brillante que sólo nos deja vislumbrar unos ojos verdosos escondidos tras tanto oscurantismo. Es un claro ejemplo de un artista que ha conseguido que apenas se debata sobre su identidad. Ha logrado que la pista se entregue a la demolición de su potente y ácida performance techno.

Algo parecido pretendía Marcel Duchamp antes de revelarse como Rrose. Se enmascaraba porque no quería que su figura, su identidad o su forma física enturbiara su mensaje. Terminó adoptando esa forma femenina como “protesta al deslumbrante desequilibrio de género dentro del techno, del dance y de otros incontables sistemas de entretenimiento, poder y control”. Aunque sepamos su nombre, ni siquiera ahora sabemos muy bien quién es, de dónde viene o, ni mucho menos, hacia dónde va. Lo que sí tenemos claro es lo que propone musicalmente.

Enmascararse para centrar la atención del público en el producto es un acto de honor. Es un hecho que descarta por completo la ambición del artista por ser reconocido. Es una acción que esquiva de manera incuestionable a la meritocracia en la industria musical. Pero, como todos sabemos, hecha la ley, hecha la trampa.

Mucho más que música

En realidad, hay enmascarados que no se esconden. El mismo Boris Brejcha ha explicado en varias ocasiones que optó por utilizar una máscara porque sentía que tenía que hacer algo diferente a la hora de dar sus primeros pasos. Dicho con otras palabras, tenía que destacar. ¿Paciencia? ¿Trabajo? ¿Constancia? ¿Elaborar un producto musical de calidad con el paso de los años para hacer bailar al mayor número de gente posible? Boris Brejcha rechazó ese camino.

El productor alemán prefirió darse a conocer desde el principio como el hombre de la máscara veneciana, pero con su nombre y apellido siempre presentes en la pantalla. Él no quiso esconder su identidad, sino todo lo contrario. Quiso posicionarla. Y quiso hacerlo (de hecho, lo hizo) en base a la estética, y no en base a la música.

Actualmente, todavía se deshace de la máscara a media sesión para reactivar al público. E insisto: no tiene problema en reconocerlo. A fin de cuentas, son actos que desvían la atención de lo verdaderamente importante. El público, más o menos enajenado por las circunstancias que sean, se llevará a casa grandes recuerdos acerca de un DJ no causados por la música. La profesión del DJing, por este camino, pierde su esencia.

El dinero no es excusa en este negocio

No quería cerrar sin mencionar a Claptone. Cada vez más y más gente en la escena se percata de la evidencia. Claptone no es un solo hombre. Y muchos aseguran que ni siquiera son dos. Sólo hace falta fijarse mínimamente en la fisionomía de cada uno para darse cuenta.

La máscara de Claptone es la más famosa de la escena (da nombre a las fiestas Masquerade), pero, tras ella, se esconden varias identidades que permiten a la marca crecer en popularidad y aventajar a competidores. Los artistas se exponen a exigentes planes de viaje y no es justo que “un” nombre como Claptone pueda darse el lujo de actuar más que nadie por ser, en realidad, más de un DJ con la misma identidad.

Al inicio, hablaba de artistas de la escena EDM como Deadmau5 o Marshmello, así como de grandes grupos como los Bloody Beetroots o Daft Punk. Entramos en terrenos en los que el desembolso de dinero (tanto en producción como por parte del público) se multiplica con el objetivo de ofrecer (unos) y disfrutar (otros) de un espectáculo de magnitudes mucho más desorbitadas. Allí, ya desde un inicio, la música no lo es todo.

En el mundo del DJing, en cambio, las narrativas musicales son el gran valor agregado del artista. Las capacidades de seleccionar, producir en directo, mezclar y conducir al público con tus sonidos son el único mérito válido. Que haya artistas que quieran potenciar eso y sacrifiquen su meritocracia personal y escondan su identidad es digno de halago. Que haya otros que desvíen la atención de lo importante para destacar en una escena que no debería ser competitiva no nos llevará a buen puerto.

Amigo DJ, enmascárate, pero que sea para potenciar tu mensaje. No utilices máscara si es para lucirte. Utiliza máscara si es para esconderte.