Sexismo y feminismo en la música urbana estatal

Una reflexión en torno a la figura de la mujer en la escena española.

 

Cómo bien señalaron Tita Desustance y HJDarger hace un par de semanas en el programa Tertulia de Titanes en la emisora Radio Primavera Sound, cuesta imaginarse un movimiento cultural y artístico que en los últimos años se haya tenido que justificar más que la actual escena urbana. De todas las críticas que ha recibido (algunas más justas y pertinentes que otras), me gustaría tratar brevemente algunas cuestiones que están relacionadas con el problema del sexismo. Por ello, el presente artículo quisiera partir de una premisa bastante obvia y que con tanto empeño han señalado diferentes opinólogos en su intento por desprestigiar esta `música de mierda´: que el trap, el reaguetón, el dancehall, y en general cualquiera de las hibridaciones musicales que actualmente conforman eso que se entendemos por  `Música Urbana´ tienen un carácter esencialmente sexista. Pero aún asumiendo esta realidad innegable de la que debemos partir siempre, por muy fea que pueda ser, me gustaría plantear el siguiente interrogante: ¿esta dimensión sexista de la escena urbana se debe a su carácter formal como disciplina artística concreta, o más bien está condicionada por ser una expresión musical que retrata con crudeza la realidad social de los márgenes de los que habla? ¿Dónde está la esencia del sexismo, en esa expresión musical concreta o en la sociedad en dónde se configura dicha forma de expresión?

Con este interrogante no pretendo discutir la necesidad de criticar a esta escena por su carácter sexista, pues considero que muchas de las críticas que se le pueden hacer en este sentido tienen grandes argumentos en los que apoyarse. Lo que sí pretendo cuestionar es el énfasis y la intencionalidad de estas acusaciones cuando definen y categorizan a la `Música Urbana´ como género machista, pero que sin embargo no dicen nada sobre las miserias sexistas de otros géneros musicales que casi nunca son puestos en tela de juicio. Porque aunque le joda a algunos progres buenistas, el germen del sexismo abarca toda forma y toda expresión artística, del mismo modo que está presente en todos los espacios sociales, más allá de la clase, la ideología o la raza.

Que algunos artistas de la escena urbana tematicen en sus letras a las mujeres en términos de “puta” o “zorra” o “guarra” no significa que sean más machistas que aquellos rockerillos e indies que utilizan el “nena” o el “mi vida” a la hora de referirse al sexo femenino. Lo que encontramos en el primer caso es un lenguaje más crudo y violento a la hora de expresar esas dinámicas sexistas que están presentes en todos los estratos de la sociedad. Pero estas conductas machistas que cosifican a la mujer como objeto sexual tienen la misma gravedad que la habitual romantización que se realiza de la mujer como sujeto sagrado y protector relacionado con la maternidad o como musa inspiradora del genio masculino. Al final, lo que prevalece en ambos casos es la figura de la mujer como sujeto pasivo que está en segundo orden con respecto al hombre, sea este un mujeriego adicto al dinero y a la coca o sea un poeta comprometido con la Verdad y la revolución.

Si se quiere hablar con criterio de este problema parece necesario en primer lugar poseer un mínimo de conocimiento sobre el fenómeno del que se habla y no una simple perspectiva superficial y sesgada. Pues ante la abundante presencia de términos como “puta” o “zorra” -palabras a priori cargadas de contenido sexista- en el registro lingüístico de este género, parece imprescindible poseer cierto dominio sobre el tema para comprender con rigor el sentido contextual que estos términos puedan tener. Porque a poco que se investigue en la obra de diferentes artistas observamos que, por ejemplo, no tiene el mismo significado el término “puta” en una canción de Erik Urano que en una canción de Kidd Keo. O que la utilización de esos mismos códigos que pueden hacer La Zowi o Ms Nina tienen una intencionalidad y un significado muy diferente. Es decir, el sentido sexista de una expresión no está solo en el término en sí, sino fundamentalmente en el contexto que le confiere significado. Y en ese mismo contexto pueden aparecer posibles espacios y grietas donde realizar resignificaciones narrativas de esos conceptos dotados tradicionalmente de un sentido sexista.

Resulta muy importante entender desde el plano discursivo de la creación artística el problema del sexismo, pues es en este nivel simbólico en donde se suelen legitimar las discriminaciones. No obstante, me gustaría señalar que no necesariamente existe en todos los casos una correlación directa entre el plano discursivo y el plano práctico, aunque de algún modo siempre hay cierta reciprocidad entre ambos. Porque el problema del sexismo no se encuentra solo en la utilización de estos términos simbólicos que reproducen la desigualdad entre los géneros, sino especialmente en la práctica diaria de estas conductas. Y precisamente aquí es donde podemos observar realmente la complejidad del asunto, pues como ya demostró el movimiento feminista con su viral campaña #yotambien, no resulta nada raro encontrarse con artistas y músicos progres, de ámbitos culturales muy diferentes, supuestamente concienciados y autodefinidos como feministas en el plano discursivo, pero que en su práctica diaria y en su toma de decisiones reproducen las conductas sexistas más viles y encarnadas que se puedan imaginar.

Con esto no pretendo “exculpar” los contenidos sexistas que están presentes en la obra de muchos artistas de la `Música Urbana´, ya que ni soy un policía del pensamiento ni mucho menos un predicador del feminismo que se encuentra más allá de esas conductas machistas que todos reproducimos en cierta medida. Pero como ya mencioné con anterioridad, y basándome en lo argumentado hasta aquí, de lo que sí creo que debemos desconfiar es de las críticas superficiales que se le hacen desde fuera a la escena urbana, que buscan centrar el problema del sexismo en esta expresión cultural concreta que les resulta ajena, y que les permite de manera sucinta echar balones fuera y no hacer autocrítica con la mierda sexista que también configura sus identidades, por muy alternativas y deconstruidas que estas puedan considerarse.

En última instancia, y ya para finalizar, quisiera hacer un par de consideraciones sobre la importancia que ha tenido el movimiento feminista para la transformación de la escena urbana actual. Cabe señalar en primer lugar que yo, por pertenecer al status quo que representa el género masculino, no soy la persona más legitimada para hablar de este problema. Ya que si alguien debe hablar sobre la `Música Urbana´ desde una perspectiva de género y abordar desde este ámbito la cuestión del feminismo, son las mujeres y las identidades masculinas no heteronormativas que cada vez participan de forma más activa en el interior de la escena urbana. Pero como activista en esta escena en concreto y como individuo que vive dentro de esta sociedad, sí que considero que puedo dar mi humilde opinión al respecto.

Desde que mi hermano y mis primos  hiciesen que me interesara por el mundo de la cultura hip hop ha pasado mucho tiempo. Y en estos quince años de trayectoria he vivido en primera persona como se ha transformado su realidad musical y cultural de este género es España. Y sin duda alguna, la irrupción de la figura de la mujer como sujeto activo en esta escena ha sido uno de las transformaciones más positivas y que más he disfrutado. De pequeño recuerdo cómo podía pasarme horas escuchando a la Mala Rodríguez, a la Shuga Wuga o a la Úrsula del grupo Sondkalle. Aunque de todas las raperas, mi favorita era otra: la increíble Arianna Puello. Sin embargo, si intento hacer memoria me resulta complicado recordar algún nombre femenino más que estuviesen en el candelero de la música rap durante los 2000. Tampoco recuerdo leer casi ninguna noticias donde una mujer fuese protagonista en aquellas revistas de hip hop a las que mensualmente dedicaba una parte importante de mi paga. Y como resulta evidente, esta realidad trascendía a la vida social. Durante mi adolescencia, en una ciudad pequeña como Lugo, encontrarse con una mujer a la que le representase el hip hop era practicamente una quimera, y en los conciertos a los que asistí en ese periodo el publico solía ser masculino y heteronormativo en su totalidad.

Afortunadamente esta realidad ha ido modificándose poco a poco, y no solo en un sentido cuantitativo sino especialmente en un sentido cualitativo (como bien me recuerda mi amiga Belenciaga, el aumento exponencial de la visibilidad y repercusión femenina en el espacio público de la escena urbana es más importante que el hecho de que haya aumentado simplemente la cantidad de mujeres). Pero para entender este cambio, para comprender porque se ha transformado esta exclusión de la mujer del ámbito público de la escena urbana, considero que debemos prestar mucha atención al plano social y político en donde el movimiento feminista se ha empoderado hasta alcanzar cotas inimaginables hace una década. No sé si tiene sentido hablar de feminismo dentro de la `Música Urbana´, o de si hay un contenido más o menos feminista en las obras de las mujeres artista que ahora copan algunos de los focos principales de la movida. Pero de lo que sí estoy seguro es de que el aumento de artistas, de periodistas, de fotógrafas, diseñadoras y en general, de público femenino dentro de esta escena tiene muchísimo que ver con todas las luchas y reivindicaciones que los movimientos feministas han realizado en los últimos años (considero que dentro de estos movimientos feministas quizás podriamos situar al movimiento LGTBI, todavía bastante invisivilizado en la escena española pero cada vez tiene mayor presencia). Y en definitiva, desde mi punto de vista el camino hacia una igualdad real entre ambos géneros-que a pesar de estos cambios, todavía está muy lejos- pasa por la continuación de esta lucha identitaria que todavía tiene muchas batallas que librar.